Mina de Oro
Las primeras noticias de la existencia de minerales preciosos en ésta tierra parecen haber sido originadas por un aventurero francés llamado Petitvenit, unos cuarenta años antes de la fundación de la Villa de la Concepción de las Minas. Este hombre recorrió parte de la región de la actual Cuchilla Grande y las zonas aledañas a nuestro valle serrano allá por la década de 1740 y remitió a España lo que parecían ser, a su juicio muestras de oro y piedras preciosas.
La corona, ávida como estaba de nuevas fuentes de riqueza, decidió comisionar al coronel de Dragones Antonio de Escurruchea, quién primitivamente se dirigía al Potosí para verificar el aserto de Petitvenit. Al parecer resultó así, ya que pocos años después, en 1751, el Rey de España decreta ayuda para los vecinos de Montevideo que desean explotar los yacimientos de la zona.
Allá por el año 1760 nuestras serranías ven arribar a Don Cosme Álvarez, vecino de Montevideo, español emprendedor y tozudo empeñado en su aventura, llegó decidido a jugarse por entero en pos de ilusión, la eterna ilusión de los buscadores: dar con la veta que, más que hacerle un hombre rico, transformará su vida, e hiciera palpable su anhelo. Don Cosme realizó las primeras prospecciones en el entorno de la, por aquellos, inexistente Villa y se dio por vencido cinco o seis años después, sin haber alcanzado su sueño.
Posteriormente, en los alrededores se localizaron algunos yacimientos, con los de Arroyo Campanero Chico y los de el Soldado, pero el más prometedor fue localizado en la que hoy se conoce como Minas Arrospide o más popularmente "Minas De Oro".
En la misma se comprobó la existencia de cuarzo aurífero, con un tenor de nueve gramos del preciado metal por toneladas, valor que hacía rentable su extracción. Años después fueron otros quienes catearon la Mina, iniciando el hoy llamado pozo de la Calavera. La excavación se encuentra a unos siete kilómetros al este del centro de la Ciudad de Minas y años más tarde fue adquirida por el Sr. Arrospide, de quién adquirió su renombre.
En el mencionado pozo de la Calavera, y al llegarse a una profundidad de catorce metros, se comenzó a extender una red de galerías y nuevos pozos que en 1938 ya superaban los mil metros de extensión. Fue en éste año que se suspendieron los trabajos, quedando el lugar abandonando por décadas. Andando los años y ante el peligro representaban algunas galerías precariamente apuntadas, profundos y pozos inundados, el ente estatal que arrendaba UTE, decide tapiar su entrada evitar accidentes a los aventureros que nunca faltaban en la zona.
Más la pasión por la aventura terminó por triunfar y a posterior se la acondicionó. Se apuntalaron algunas galerías y se instaló una red de iluminación para que el público pudiera visitarla. Así los primeros turistas de la era moderna fueron emocionándose ante la vista de los cuarzo auríferos que brillan en las paredes y escuchando en el silencio añejo los ecos retumbantes de las vagonetas que llegaban desde el fondo de los túneles, cargando, más que piedras, esperanza.
La corona, ávida como estaba de nuevas fuentes de riqueza, decidió comisionar al coronel de Dragones Antonio de Escurruchea, quién primitivamente se dirigía al Potosí para verificar el aserto de Petitvenit. Al parecer resultó así, ya que pocos años después, en 1751, el Rey de España decreta ayuda para los vecinos de Montevideo que desean explotar los yacimientos de la zona.
Allá por el año 1760 nuestras serranías ven arribar a Don Cosme Álvarez, vecino de Montevideo, español emprendedor y tozudo empeñado en su aventura, llegó decidido a jugarse por entero en pos de ilusión, la eterna ilusión de los buscadores: dar con la veta que, más que hacerle un hombre rico, transformará su vida, e hiciera palpable su anhelo. Don Cosme realizó las primeras prospecciones en el entorno de la, por aquellos, inexistente Villa y se dio por vencido cinco o seis años después, sin haber alcanzado su sueño.
Posteriormente, en los alrededores se localizaron algunos yacimientos, con los de Arroyo Campanero Chico y los de el Soldado, pero el más prometedor fue localizado en la que hoy se conoce como Minas Arrospide o más popularmente "Minas De Oro".
En la misma se comprobó la existencia de cuarzo aurífero, con un tenor de nueve gramos del preciado metal por toneladas, valor que hacía rentable su extracción. Años después fueron otros quienes catearon la Mina, iniciando el hoy llamado pozo de la Calavera. La excavación se encuentra a unos siete kilómetros al este del centro de la Ciudad de Minas y años más tarde fue adquirida por el Sr. Arrospide, de quién adquirió su renombre.
En el mencionado pozo de la Calavera, y al llegarse a una profundidad de catorce metros, se comenzó a extender una red de galerías y nuevos pozos que en 1938 ya superaban los mil metros de extensión. Fue en éste año que se suspendieron los trabajos, quedando el lugar abandonando por décadas. Andando los años y ante el peligro representaban algunas galerías precariamente apuntadas, profundos y pozos inundados, el ente estatal que arrendaba UTE, decide tapiar su entrada evitar accidentes a los aventureros que nunca faltaban en la zona.
Más la pasión por la aventura terminó por triunfar y a posterior se la acondicionó. Se apuntalaron algunas galerías y se instaló una red de iluminación para que el público pudiera visitarla. Así los primeros turistas de la era moderna fueron emocionándose ante la vista de los cuarzo auríferos que brillan en las paredes y escuchando en el silencio añejo los ecos retumbantes de las vagonetas que llegaban desde el fondo de los túneles, cargando, más que piedras, esperanza.